viernes, agosto 19, 2011

Mi ciudad tomada por fanáticos religiosos

Ayer tocaba manifestación. Reconozco que para mi era como una catarsis, poder salir a la calle para oponerme a la forma en que la secta católica se inflitra en nuestra vida, en nuestra política, en nuestra sociedad, con la connivencia de nuestros políticos que acuden servilmente a besar la mano de su jefe máximo.

Para todos los que vivimos en Madrid, la ocupación que estos miles y miles de fanáticos católicos han hecho de la ciudad resulta cuando menos molesto. No es solo que nos corten las calles y que tengamos que ver como se hacen con la vía pública alardeando con sus banderas y sus camisetas oficiales. Entiendo que seguramente ellos no lo ven así, imbuidos en la seguridad que da su joven fanatismo no se dan cuenta que su religiosidad no es necesariamente compartida. A mi, aunque resulte anecdótico, me molesta especialmente que tengan que pagar menos que nosotros por las comidas o los transportes que nosotros disfrutamos o sufrimos durante todo el año.

Debe ser el verano, pero de momento hasta ayer me lo había tomado con bastante calma. Les veo en grupos, por todas partes y veo sobre todo a borregos y jovenes meapilas manipulados por una organización poderosa, con experiencia de dos mil años en el negocio. Siento más lástima que desprecio, ningún odio hacia su seguidismo y su espíritu grupal.

Por la tarde salgo a la manifestación con mi mujer. Mi hijo el mayor se queda cuidando a los pequeños, su fruttración ante no poder venir me enorgullece no por el tema en si, sino por como argumenta que no consiste en querer ir o no, que el prefiere estar jugando en el ordenador, pero que si todo el mundo decidiera no arrimar el hombro cuando hace falta no se conseguiría nada. Tiene solo 14 años y ya es más ciudadano que la inmensa mayoría. Prefiero que no vengan ninguno porque no las tengo todas conmigo al respecto de lo que va a pasar. Son muchos años como para no saber cuando puede haber follones.

Aparco en el parking de Montalban y cruzo con Julia por toda la zona de los peregrinos. Mi pin republicano y el otro con la estrella y las siglas de la URSS que llevo en la correa de la cartera están dados la vuelta. Mientra atravieso entre los sonrientes peregrinos considero que es casi mejor que sigan así, por si acaso. Amedrentado en mi propia ciudad entre banderas italianas, brasileñas, croatas... Bromeo con mi mujer, me siento como un humano en medio de una escena de "La invasión de los ultracuerpos".

Llego a Tirso de Molina y es como llegar a casa. Ambiente festivo, desde el 15 de Mayo las calles de Madrid son nuestras, y queremos expresarlo un poco ante la ola de fervor cristiano que nos espera. La manifestación no se mueve, es mucha gente y el recorrido es estrecho. Una hora despues de la fijada para su arranque decidimos callejear hacia Sol. Llegamos a Carretas y al fondo se ve la marea de peregrinos con sus banderas nacionales. Me sorprendo de la ineptitud de la policía y la delegación del gobierno. Carretas es estrecha y hay mucha gente, volvemos a callejear y llegamos a Sol por la carrera de San Jerónimo.

El espectáculo es triste y caótico. Los peregrinitos acuden desde la zona de Alcalá para increpar a la manifestación que está cortada. Nosotros estamos entre el bando que no queremos, hay movimiento policial. Decido salir de Sol y en Sevilla me encuentro con una parte de la manifestación que parece haber sido seccionada del resto que vuelve hacia Tirso de Molina. A su alrededor cientos de jovenes fanátiquillos increpándo y siguiendo a los manifestantes, solo unos pocos policías y la actitud pacífica de los manifestantes parecen evitar que la cosa vaya a mayores. El grupo manifestante pasa y se ve otro grupo de manifestantes aparentemente cortado que llaga de Sol por Alcalá. La actitud de los jóvenes católicos multinacionales resulta provocadora y anticipa problemas. Llegan furgones policiales con las sirenas, decido que ya es hora de marcharnos, es parte de mi acuerdo con mi mujer que no voy a meterla en líos.

Vuelvo hacia el coche mientras los católicos se arremolinan en torno a las iglesias de la calle Alcalá, debe ser hora de misa. Me viene inevitablemente a la cabeza las escenas de "Agora" de Amenabar. Tantos siglos y las mismas actitudes intolerantes de quienes piensan que profesan la fe verdadera. No son todos sin duda, pero el germen es intrínseco a cualquier religión o secta. Reconozco que siento un asco y un odio visceral hacia todo lo religioso, odio que el día de ayer solo contribuyó a fomentar.

Ya no puedo mirar a los pergrinitos con la misma mirada paciente y condescendiente del día anterior. Son fanáticos que han recorrido medio mundo para aclamar al lider de su secta, reclutados por profesionales del adoctrinamiento con técnicas de lavado de cerebro perfeccionadas durante siglos. Me indigna que no solo hayan ocupado mi ciudad, me hayan impedido circular y condicionen mi comportamiento. Ahora también pretenden impedirme mi derecho a expresar mis ideas. Me asquea anticipar como hoy se plegará la presidenta de la Comunidad, el Alcalde, el Rey y el Presidente del Gobierno ante este jefe sectario que presenta entre su nauseabundo curriculum su participación en las juventudes nazis. Y además nos toca en buena medida pagarlo de nuestro bolsillo añadiendo la burla a la ofensa.

Hoy leo con creciente indignación lo que ocurrió en la manifestación tras mi marcha. La actuación de la policía, las declaraciones de los políticos del PP y el silencio cómplice de los del PSOE. Mañana se ha convocado una manifestación de Atocha a Sol, allí estaré, seguramente esta vez no venga siquiera Julia. Anticipo que la cosa acabará mal, pero está en juego mi dignidad como ciudadano.

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