sábado, febrero 04, 2012

¿Porqué dejamos que nos expolien? (II) Señalando a falsos cuplables.



Disertaba el otro día (antes de que Rajoy me hiciera hacer un lapsus para comentar su convocatoria de huelga) al respecto de los diferentes motivos en los que se cimenta la falta de reacción de la gente ante el expolio al que nos vemos sometidos por las oligarquía financieras.

El primero de los motivos ya analizado en la entrada anterior consistía en la previa destrucción de la autoestima de los afectados, a los que se ha hecho interiorizar la culpa respecto a su situación dejándolos indefensos ante las agresiones a las que se les somete.

Analicemos ahora un segundo posible motivo:

¿Porqué permitimos que nos expolien? 

Motivo II: Señalando a falsos culpables.

Eliminados aquellos con autoestima baja y tendencia a la autoculpa, otros mecanismos permiten desactivar a otros segmentos de la ciudadanía de forma que se desvíe su ira hacia objetivos no dañinos para la oligarquía que nos manda. Una solución que nunca falla es buscar un culpable alternativo sobre el que descargar la responsabilidad de los distintos problemas. Parece condición asociada para que la fórmula funcione el azuzar bajos instintos basados en la envidia y el egoismo.

Podemos empezar por el culpable favorito de los neo-fascistas: los emigrantes. Es una patraña muy manida, pero resulta sorprendente lo facil que es que la gente muerda el anzuelo. Se acusa por ejemplo en algunos foros a los emigrantes de impedir a los nacionales el acceso a los servicios sociales, convirtiendose por tanto en responsables de su insuficiencia. En un razonamiento perverso, el emigrante es un privilegiado por recibir ayudas, y no un recpetor de ayudas por estar en condiciones más miserables. La víctima convertida en culpable y el discurso asumido por buena parte de los menos favorecidos que antes pelearan por disputar las migajas a otros pobres, que por  exigir sus derechos.

El ejemplo anterior es poco sutil, sin embargo, el mismo mecanismo se utiliza repetidamente. Hace algo más de un año, asistimos al linchamiento público de los controladores aereos que defendían unas condiciones laborales pactadas previamente y modificadas unilateralmente por sus empleadores. Es un caso concreto dentro del linchamiento general a los funcionarios, de los cuales se fomenta una imagen de ineficiencia y pereza, privilegiados cuyo egoismo agota las arcas del estado. Con esa imagen en el imaginario colectivo, poco nos puede extrañar la alegría con la que el resto de trabajadores aplaude los recortes en su salario. En lugar de exigir las mejoras de las condiciones propias, nos conformamos con aplacar la envidia propia alegrándonos cuando a otro tan miserable como nosotros se le recorta sus supuestos privilegios.

El azuzamiento de unos miserables contra otros es en realidad el centro del "modus operandi" de los nacionalistas, y es triste ver como el discurso cala incluso entre gente que se dice a si mismo "de izquierdas". Antes incluso de la crisis, los catalanes habína ya sido sumergidos en un discurso de expolio por parte de los vagos extremeños y andaluces, que pasaban a ser privilegiados culpables de la falta de dotación de servicios sociales en Cataluña. Es tan burdo que uno se queda asombrado de tener que debatir el tema con gente minimamente inteligente, y sin embargo es un discurso tan extendido que el propio Joan Saura lo hacía propio cuando exigía en tiempos de Estatut poner “limites a la solidaridad de Catalunya”.

En realidad hay versiones menos obvias del mismo mecanismo, y se encuentran por todos lados. Resulta por ejemplo absolutamente ridículo que alguien piense que los problemas de déficit del estado tienen que ver con los privilegios de los políticos, o las subvenciones a los sindicatos. Los números cantán, y los ahorros posibles no llegan para el envoltorio del chocolate del loro, pero basta preguntar a nuestro alrededor para ver hasta que punto el mensaje ha calado hasta convertir lo que son meras anécdotas en causas centrales de nuestros males. Que los políticos y sindicalistas son culpables de nuestra situación es algo obvio, pero su culpa no es el coche oficial o sus prevendas, sino las legislaciones y los acuerdos que permiten que las mayorías sena expoliadas por las minorías.

Es una evidencia que este tipo de discurso tiene ramificaciones de todo tipo y se extiende como un cancer en el subconsciente de la gente, haciendoles incapaces de identificar las raíces de sus problemas, desviando la indignación hacia caminos que explotan todo tipo de populistas, localistas/nacionalistas y fascistas. Lleva funcionando tanto tiempo, apelando a la peor parte de nosotros, que resulta seguramente el enemigo mayor y más difícil de vencer a la hora de sacar a la gente de su ostracismo y confusión.

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