domingo, diciembre 30, 2012

El injusto descrédito del pensamiento económico



Recientemente hablaba con una compañera de IU que al enterarse de que soy licenciado en económicas me preguntaba cómo era posible que los economistas fueran incapaces de prever las crisis, y mucho más de poner las soluciones cuando estas estallan. Es una cuestión muy repetida que demuestra tanto el desconocimiento de la mayoría de la gente de lo que en realidad es el estudio de la economía, como el éxito que se ha obtenido desde el poder para revestir de un aura de ciencia lo que no es más que la toma de decisiones producto de una concepción ideológica y en busca de unos objetivos complejos.

Que la teoría económica, como pasa en todo el pensamiento social,  está absolutamente ligado a la ideología, es algo tan obvio que el mero hecho de que tal cosa se niegue demuestra el desconocimiento del tema por parte de quien lo hace. Cuando supuestos economistas defensores de las políticas económicas dominantes niegan la existencia de alternativas, indican solo su pobreza intelectual, su falta de capacidad crítica, su sometimiento al poder, o posiblemente una combinación de todas estas cosas.

Cuando en el año 84 decidí que estudiaría Económicas en la universidad, el motivo fundamental fue el intentar tener mi propio criterio y opinión al respecto de una política económica que ya sospechaba tenía mucho de darnos gato por liebre. Ya en la facultad conocí a muchos estudiantes con tan buenas notas como poco criterio y que pensaban que entre las enseñanzas recibidas había leyes inmutables, un fracaso educativo en un entorno en que entre el profesorado parecía haber una saludable diversidad ideológica. No conozco el estatus actual de la universidad pública, pero sí parece evidente el estúpido adoctrinamiento que se imparte desde las universidades privadas, centros de estudio financiados desde empresas y las omnipotentes y “prestigiosas” escuelas de negocio.

El sometimiento de todos esos “economistas”, docentes y representantes de tan prestigiosos centros a un discurso forjado en la defensa de unos intereses ideológicos concretos, incluso ante la evidencia de su fracaso para explicar y resolver los problemas económicos actuales, evidencia tan solo su fracaso intelectual y el éxito de la clase dominante para adoctrinarles a ellos y con su ayuda, a la población en general. Pese a su evidente incapacidad predictiva y falta de soluciones, siguen ocupando los medios de comunicación e indicándonos soluciones que se demuestran fallidas una y otra vez, dejando en la gente la sensación de fracaso e incapacidad general del pensamiento económico y del gremio de los economistas.

Sin embargo hay que insistir una y otra vez que existe una gran cantidad de pensamiento económico al que se obvia en los medios del sistema y que propone un análisis diferente y unas soluciones alternativas, y hay suficientes evidencias al respecto del fracaso de las políticas económicas que se nos imponen en la actualidad como para poder dudar del sentido común o de las intenciones de quien todavía se atreve a defenderlas en público. No es que los economistas no encuentren soluciones que consigan reactivar la actividad económica y sacarnos de la crisis, es que no parece haber ninguna que no pase por redistribuir la riqueza acumulada y cambiar las reglas fundamentales de nuestro sistema capitalista de mercado.

No se puede sin embargo pedir a los servicios de estudio y centros de enseñanza mantenidos por las oligarquías económicas que difundan un mensaje contrario a los intereses de sus dueños. No será muy ético ni intelectualmente honesto, pero no se puede tampoco pedir a los medios de comunicación del propio sistema que empiecen a difundir ideas que llevan inexorablemente a su cambio. Es preferible caer en el descrédito público y el escepticismo y confiar en que de algún modo las cosas se acaben resolviendo sin coste alguno para los que han sido los grandes beneficiados del de las condiciones actuales.

Lamentablemente para las clases dominantes solo es cuestión de tiempo que el fracaso del llamado “pensamiento único” se haga tan evidente que no sea posible seguir ocultando la existencia de esas alternativas que con tanto éxito han conseguido negar hasta ahora. Cuanto mayor sea su resistencia  a aceptar su inevitable fracaso y más se nieguen a ceder parte de sus privilegios, más aumentará el sufrimiento social y más radical será la respuesta que acabará llegando. Cuanto más tensen la cuerda más difícil les resultará controlar los cambios que vendrán para minimizar sus propias pérdidas, por no ceder una parte pueden perder mucho más.

Aunque licenciado en Ciencias Económicas, nunca me he considerado “economista”, dado que mi trabajo no se centra en el estudio económico, sino en puras funciones administrativas, y no creo que mis conocimientos teóricos sean suficientemente profundos. Sí me considero en cualquier caso vinculado al gremio y me molesta la forma en que el pensamiento dominante ha conseguido desacreditar un área de las ciencias sociales tan importante para contribuir a crear una sociedad mejor.

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