domingo, diciembre 16, 2012

Partirle la cara a Laskety (hablando a nivel teórico)



Acaba 2012 con un panorama desolador y un futuro muy preocupante. Se han pasado todas las lineas rojas, nos hemos movilizado y manifestado, hemos hecho varias huelgas generales e innumerables huelgas sectoriales, hemos tomado plazas y rodeado el congreso. Hemos avanzado mucho en la concienciación y en la movilización, pero nada parece haber hecho mella en el avance inexorable de una maquinaria ideológica ciega y suicida que nos hunde inexorablemente en el pozo de la crisis, la desigualdad, la miseria, el paro y la desprotección. Un pozo que no parece tener fondo, como nuestros adelantados socios griegos y portugueses nos demuestran cada día.

Se nota entre la gente una sensación que va de la preocupación a la desesperanza, y hasta los sectores mas conservadores, los médicos, los abogados y los mismos jueces se ponen en pié de guerra. Son seguro movimientos parcialmente corporativos en defensa de los suyo, pero indican algo más. Se está produciendo un paulatino corrimiento en las posturas de la gente que lleva a los antiguos entusiastas del sistema hacia el excepticismo, a los menos entusiastas hacia la desafección, a los neutrales a la protesta, y a los contrarios a un estado de indignación creciente

Y luego estamos nosotros, los que ya estábamos indignados, los que incluso en mitad de la fiesta de las burbujas defendíamos en solitario posturas críticas enfrentadas al pensamiento único. Nosotros creo que también hemos sufrido un proceso de evolución. De la sensación de injusticia vamos pasando a una sensación de urgencia y de ira, según vamos siendo más consciente de lo poco que cuesta destruir décadas de avances sociales construidos sobre la lucha de gente que se sacrificó en lo personal para que todos ganáramos.

Y aunque vemos con cierto alivio que las mayorías van despertando poco a poco, nosotros no podemos quedarnos parados a esperarles, porque aunque el daño que ya se ha hecho es muy grande, la amenaza que supone el futuro es demasiado inmensa y tiene tintes de irreversible. Y no nos engañemos, se trata de un futuro que se mide en meses más que en años. Mientras las mayorías se unen, los que ya vivimos en la ira tenemos que seguir construyendo un futuro en la lucha y llevarla a un escalón superior que creo que va más allá de las acciones reglamentadas por el sistema. Ellos, los que nos dirigen, se han acomodado en un bunker y están dispuestos a aguantar lo que venga. Y van a utilizar los poderes legislativo y ejecutivo en sus manos como un cheque en blanco para lleva a cabo su misión. Son fanáticos de una religión económica y social a los que no les importa el rechazo de la gente, ciegos a los signos evidentes de sus errores, aupados y mantenidos por unas oligarquías que está consiguiendo una victoria total. A los que nos gobiernan no les va a parar las demostraciones masivas en su contra, porque como dicen, como ya Zapatero dijo, hacen lo que tienen que hacer, lo único que se puede hacer. Dan por descontadas las protestas tradicionales, incluso les da para sacar pecho y presumir de su capacidad de resistencia ante lo que opina la población que someten.

No podemos permitir que continúen con su labor destructiva por tres años más amparados en una legalidad ilegítima que les da todos los resortes del poder. No podemos permitir que ellos nos marquen las reglas del juego, no se lo debemos poner tan fácil  yo al menos estoy listo para algo más, y tengo la sensación de que no estoy solo.

A Laskety por ejemplo, al infausto consejero de la Comunidad de Madrid, las manifestaciones no le van a convencer para que no nos deje sin sanidad pública. Y por supuesto, aquellos que han puesto el ojo en tan suculento negocio no van a renunciar a los inmensos beneficios que esperan obtener. A Laskety le ha llegado la hora de que sepa que le puede caer una somanta de hostias si persiste en su intento de despojarnos del derecho a la salud; que cuando nos agreden reaccionamos, y que si quiere hacer de nuestra vida un infierno, podemos devolverle con la misma moneda. Y los oligarcas que pretenden forrarse deben tener claro que su avaricia les puede salir cara. Tienen que descubrir que no todo es ganar más, que lo que ya tienen también se les puede quitar, que esto no es un camino de una sola dirección, que ni su propiedad, ni su bienestar ni su integridad están garantizados, igual que no lo están los nuestros. No se puede hacer una tortilla sin romper un huevo, ni ha habido nunca victorias sociales a base de negociaciones en sillones que no hayan venido respaldadas por la amenaza.

La legalidad no está por encima de la justicia y los límites de las acciones que se debe estar dispuesto a secundar los debe marcar la importancia de lo que esta en juego. Quizás alguno empiece a plantearse que llega la hora de la desobediencia civil, de la subversión e incluso del sabotaje, de ir un escalón más allá, y por supuesto, de jugar este nuevo grado de conflicto con inteligencia ante las herramientas represoras del sistema. Quizás ha llegado la hora de que la lucha se equilibre y de que no seamos solo nosotros los que tenemos algo que perder, de que el miedo no esté tan solo entre los que temen quedarse sin trabajo, perder su casa o no poder atender a sus enfermos.

Por supuesto esto solo es un planteamiento teórico que no implica que invite a nadie a hacer nada que pueda lindar la ilegalidad. Como podría hacerlo, si ello mismo podría ser constitutivo de delito. No es que la audiencia de mi blog sea un medio de masas, pero los pocos que leáis estas lineas no deberían sentirse invitados en caso alguno a romper la ley. Eso si, si alguien sabe de alguna iniciativa algo más rupturista y efectiva, aunque quizás algo menos respetuosa de la legalidad, rogaría que me lo haga saber. Por puro interés intelectual quiero decir.

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